ARMAGEDÓN
Finalmente consiguió llegar al Bunker a salvo, justo cuando las enormes compuertas de hormigón se estaban cerrando. Uno de los Ancianos estaba regulando la entrada de las pocas personas que se habían aventurado a salir al exterior. Por lo general poca gente se atrevía a salir al exterior, aunque a Flim la curiosidad por el mundo exterior le podía al miedo.
Cuando entró en el comedor social del Búnker vio a Don Alejandro sentado en su mullida butaca y se aproximó hacia él. Con las mejillas sonrojadas por el exceso del alcohol barato en sangre, Don Alejandro hablaba sobre el mundo pasado. Contaba cómo, años atrás, sus padres derrochaban la preciada energía para todo. Desde el mero hecho de cepillarse los dientes con cepillos eléctricos hasta gastar luz eléctrica cuando la luz del sol brillaba por el día. Don Alejandro calló cuando dos miembros de la Guardia del Bienestar pasaron cerca de él ya que estaba completamente prohibido hablar del Mundo Antiguo. Flim no entendía cómo las generaciones del Mundo Antiguo podían vivir así, pero si algo tenía claro, era que eso les llevó a su fin.
Diego Aranda
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